En la resolución de problemas seguimos las pautas del Modelo Sistémico Constructivista y Centrado en Soluciones de Terapia Breve que implica:
Un entrenamiento en habilidades de comunicación: no utilizar palabras totalitarias (siempre, nunca, tienes que…) utilizar preferiblemente una terminología abierta (a veces, desde mi punto de vista, te sugiero…) asegurándonos de haber sido entendidos/as al dar un mensaje y metacomunicando el trabajo terapéutico para dar un mayor control cognitivo al menor.
Utilizar un tono adecuado a la situación y a lo que se pretende transmitir.
Saber escuchar asintiendo, sin enjuiciar, haciendo pequeños resúmenes para que la otra parte se sienta comprendida.
Aprender a hacer externalizaciones.
Manejar el lenguaje presuposicional para buscar excepciones positivas.
Saber usar el lenguaje paradójico.
Ante historias saturadas de problemas, saber deconstruir y redefinir.
¿Por qué, cuándo, para qué y cómo cambiar?
Las ventajas que hemos apreciado en este Modelo quedan patentes:
Al igual que se expresa que desde que se entra en contacto con un cliente, si es paciente se dice que todo es terapéutico, nosotros/as decimos que, una vez tomado contacto con el/la chico/a, todo es educativo
Partimos de la base que todos/as los/las chicos/as tienen algo positivo y multitud de recursos. Para eso, tras conocer al/la chico/a nos planteamos qué diez cosas como mínimo nos gustan de él/ella.
Implica ser respetuoso/a, pero sin dejar que el/la chico/a se salga con la suya. El/la educador/a se debe adaptar a la postura del/la chico/a, a su nivel de lenguaje y debe procurar no entrar en contraposición, intentando tener siempre una buena relación de cercanía, pero eso no significa ponerse al mismo nivel y que no se sepa qué corresponde a cada cual. Las normas las ponen los/las educadores/as escuchando a los/las chicos/as y ésa es una de sus responsabilidades, hacer que las normas estén al servicio de los/las chicos/as, no al revés. No se debe perder la «autoridad».
Evita muchas situaciones violentas en comparación con otros métodos en los cuales no se cuida tanto una correcta comunicación.
Permite un trato más individualizado, ya que todas las soluciones que se plantean están orientadas a lo que mejor funciona con cada chico/a en concreto/a.
Permite una mayor comprensión al/la chico/a ya que se intenta respetar su escala de valores y no enjuiciar lo que para él/ella es más o menos importante, aunque se pretende abrir expectativas y puntos de vista
Facilita el trabajo en equipo, que es fundamental, evitando las descalificaciones delante de los/las chicos/as y evitando mensajes contradictorios.
Permite poner sanciones que luego se puedan cumplir y que sean adecuadas a la falta, o no ponerlas y pensar que es mejor equivocarse juntos que acertar por separado.
Evita bloqueos comunicativos con los/las chicos/as.
Se parte de una base de trabajo sin demasiada información previa, lo que por un lado permite actuar sin tantos prejuicios y facilita empezar de nuevo sin etiquetas que llevan a profecías autocumplidoras, ayudando, además, a responsabilizar al/la chico/a de la soberanía de su vida para que no disculpe sus actos culpabilizando al sistema y/o a la injusticia social, que nunca hemos negado, ni negaremos que exista (pero es más difícil cambiar la sociedad que nuestra postura respecto a ella).
Se buscan los cambios más económicos o más fáciles, por eso se ve más sencillo entrenar a los/las educadores/as para que trabajen a nivel de conductas y conocimiento. El plano de los sentimientos y del afecto hacia los/las chicos/as debe ser algo espontáneo que no debe ser forzado.
Permite juzgar los hechos y no a las personas.
Se deben externalizar las actitudes y comportamientos negativos, mientras que los éxitos se deben atribuir a los/las chicos/as.