Nuestro director, Jesús Garrote, realiza un balance del curso que ahora acaba y anuncia los próximos objetivos de la Casa Escuela.
¿Con qué sensación concluyes este curso?
Con una sensación de mucha responsabilidad y de orgullo hacia los chavales y el equipo.
De nuevo, las chicas y chicos de Santiago Uno volvieron a demostrar su capacidad de superación; esta vez con la pandemia.
Si, por supuesto, en un año de pandemia nuestros chavales han salvado 500 aves, el 90% ha aprobado la ESO y los grados de formación profesional, han seguido formándose en el aula alternativa de cata de oficios, han seguido haciendo vino, atendiendo colmenas, salvando aves en nuestro hospital de fauna, colaborando con el Ropero de Puente Ladrillo,… Sí, nuestras chicas y chicos han cumplido todos los objetivos de compromiso con la sociedad en tiempo de pandemia.
Si tuvieras que elegir los 5 hitos más relevantes de este curso que ahora acaba…
Me saldrían nombres propios de chavales. Y serían mucho más de cinco, claro. De chicas y chicos que han hecho milagros con sus vidas, de familias admirables, de migrantes que han demostrado una capacidad de superación increíble y de instituciones que han confiado en nosotros.
Tampoco quiero olvidar las dos casas nuevas que hemos abierto en León, donde tenemos hasta niños de cuna y donde trabajan como monitores antiguos alumnos nuestros. Ha sido muy importante iniciar proyectos de bioconstrucción, continuar con el Centro de Educación Ambiental y la casa de acogida de Chamberí para migrantes sin papeles, mantener los intercambios con niños pobres de Marruecos así como haber organizado el congreso de Pastoreo e Inclusión Social, que nos permitió juntar empresas, administración, familias, universidad y ONG.
Sin embargo, pese a esa labor, fácilmente se ponen etiquetas negativas a los chavales que se salen del sistema
A veces la sociedad no ve el talento que se derrocha con la exclusión social de niñas y niños. Es deplorable criminalizar a niños de 13 y 14 porque a quien hay que criminalizar es a las personas mayores que prostituyen y trafican con drogas. A veces no nos damos cuenta que los niños sólo son víctimas de adultos. No creo que la responsabilidad deba recaer en los menores.
La creación de la Fundación Mil Caminos ha supuesto un salto a la hora de afrontar los retos sociales que ya tenía Santiago Uno. ¿Qué supone la puesta en marcha de esta fundación?
Un paraguas y quizás hasta una marca blanca. No sólo hemos constituido una fundación sino que la hemos creado contando con equipos jóvenes de la asociación Puente Vida, que está dirigida por una mujer, y con la cooperativa Puente San, cuyo responsable es un migrante ya legalizado y universitario. Además, ahora estamos formalizando una empresa de inserción nueva para ofrecer opciones laborales a jóvenes en exclusión social o que quieren luchar contra la despoblación.
Cada vez tiene más ramas el árbol que representa la actividad de Santiago Uno
Actualmente mismo tenemos seis CIF diferentes, entre ONG y empresas que hemos creado para dar salida y generar recursos a estos colectivos. Además, contamos con 12 viviendas al servicio de protección a la infancia, tenemos matriculados más de 600 alumnos, somos más de 90 trabajadores y tenemos colaboraciones con al menos 400 empresas y ayuntamientos. Continuamente afrontamos proyectos nuevos. En estos momentos, por ejemplo, estamos colaborando con una piscifactoría y con Decathlon. Cada vez trabajamos más con empresas interesadas en desarrollar su Responsabilidad Social Corporativa.
El Congreso de Pastoreo e Innovación Social se celebró de manera brillante. ¿Ha supuesto un punto de inflexión para los objetivos de Mil Caminos?
JG: Ha servido de pistoletazo de salida para, por un lado, incrementar nuestra repercusión social y, por otro, buscar la forma de que jóvenes en exclusión social demuestren que son una solución a la sociedad, en los pueblos de Castilla y León y en trabajos esenciales como pastoreo, apicultura, agricultura, horticultura, viticultura, etc.
Los proyectos ecosociales están situados en las agendas de todas las administraciones. Vosotros, que fuisteis pioneros en este concepto y lo ejecutais de manera efectiva, ¿conseguís el respaldo de instituciones públicas y privadas para continuar esa brillante trayectoria?
No somos buenos en marketing y creo que nos conformaríamos con las migajas que se consiguen en universidades y otros terrenos más políticos. Nos valdría con ser lacayos para duplicar nuestros recursos en favor de la sociedad. No buscamos que nos llegue dinero de Europa sino que el dinero de Europa llegue a al gente necesitada, no a los mediadores. Que no pase como con los supermercados, que los mediadores se llevan el pastel. Creo que a veces las organizaciones somos cómplices de la desigualdad social. Quienes lideramos las ONG a veces vivimos mejor que los excluidos sociales. Las líneas de comunicación, hasta emocionales, cada vez tienen más muros clasistas, interraciales, intergeneracionales, etc. Muros ideológicos entre la calle real y los que hacemos los marcos ideológicos.
Miremos al curso 2021/22. ¿Qué ves?
JG: Una oportunidad, evidentemente. Mil caminos, mil oportunidades.
¿Cuáles son los tres objetivos que te marcas como irrenunciables para el próximo año?
JG: El éxito de nuestros chicos, su integración social y su felicidad. Y que ellos sean los agentes de cambio en la igualdad de oportunidades de migrantes, niños de protección, mujeres, etc. Nuestro mayor compromiso, con los niños necesitados y el planeta, es seguir generando nuevas responsabilidades con la transición ecológica, el cumplimiento de los ODS, la puesta en marcha de la economía circular, el tratamiento de residuos, etc. También queremos volver a recorrer Europa en autobuses litera, con nuestra Escuela Viajera. Por otro lado, la cátedra Calasanz de la Universidad Complutense y de la Pontificia de Salamanca se dedicará al 50 aniversario de Santiago Uno. Es algo que nos llena de orgullo.
Llegan las vacaciones. ¿Cómo las organizaréis en Santiago Uno?
Nuestros chicos tienen aquí su casa y cada quincena tienen 10 días de trabajo. Las mañanas estarán dedicadas a formación profesional en jardines, ecosistemas, hospital de fauna, etc. Después, comida, estudio sobre temas que les guste y, luego, piscina, deporte, equitación, bici… Aparte, dedicarán 5 días para irse a la playa, camping o viaje. En cuanto a los educadores nos dividiremos en 4 grupos: 15 días de 24 horas cada uno, disfrutando y compartiendo nuestras propias familias con nuestros chicos para llegar a septiembre con las pilas cargadas.
Además, dos quincenas las compartiremos con 20 niños pobres de Marruecos. Nada más que lo permita la pandemia, bajaremos a ese país para rehabilitar escuelas o casa de familias sin recursos, como llevamos haciendo desde hace más de 15 años.